Los últimos 100 kilómetros del Camino
Por Verónica Falcón Rielo
en Cartas al Director
Poco a poco, esta tierra mágica se quedará sin peregrinos y será pasto de los 'turigrinos'
El Camino de Santiago supone una experiencia especial para cualquier persona que lo haya realizado, ya sea por razones religiosas, culturales, conocimiento de idiomas, deportivas o espirituales. El peregrino de verdad encuentra eso en el Camino y mi experiencia, ahora que lo tengo reciente, siempre ha sido así. Sin embargo, quiero hacer una reflexión, compartida entre muchas de las personas que me he ido encontrando en estas últimas semanas.
La famosa compostelana es un diploma que se da al peregrino que cumple los últimos 100 kilómetros del Camino. Aquí empieza el problema, en este punto se encuentra una nueva especie, los turigrinos. Al pasar la frontera de los 100 y adentrarnos en Galicia, los albergues municipales, que durante el Camino han sido el escenario de cenas compartidas entre múltiples nacionalidades, con la experiencia que eso conlleva, cambian sus condiciones. Nos encontramos cocinas espaciosas, con horno, vitrocerámica, nevera, microondas, pero sin ningún tipo de menaje. Cocinas bonitas para no poder usar. Las hospitaleras nos dicen que lo hacen porque los peregrinos roban las cazuelas, platos, vasos o sartenes, o dejan todo sucio y sin limpiar. Me cuesta mucho pensar que los peregrinos, que llevan todo a cuestas día tras día durante una semana o un mes, se dediquen a eso. Se me ocurren propuestas como una especie de fianza o algo parecido. Tampoco encontramos mantas para las literas, algo que sí hay en otras comunidades.
El peregrino, a diferencia del turigrino, se plantea el Camino llevando sus enseres indispensables para volver a la esencia de vivir con lo estrictamente necesario. Los turigrinos, en cambio, dejan sus mochilas a los taxis, los llevan los autobuses de etapa en etapa y van con los hits del verano haciendo todo el ruido posible; esas mochilas serán las que en los albergues municipales quitarán los sitios a los peregrinos.
Al llegar a Santiago, intentando convivir con los turigrinos nos encontramos con otro problema: no nos dejan entrar con nuestras mochilas al llegar a la catedral. Tenemos que volver en otro momento, ya duchaditos como turigrinos, para que el Apóstol nos pueda recibir.
Entiendo que, como todo en esta vida, tampoco esto se salva de las fauces del capitalismo. Los turigrinos son una especie muy valiosa para la Xunta, que recibe un número de unos 1.000 al día o más; eso aumenta cifras, números y trabajos en el sector de moda, el turismo. Me pregunto si cambiarían las cosas en el caso de que no existiera esa compostelana, quizá no habría un cambio radical entre la gente que hace todo el Camino o esta última parte.
Poco a poco, esta tierra mágica se quedará sin peregrinos y será pasto de los turigrinos. Nosotros, mientras tanto, nos quedaremos a las puertas de Galicia, haciendo el Camino de Santiago por las distintas regiones de nuestro país y viviendo una experiencia que sigue siendo única.
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